"La gente aprovechó el término del desfile del 16 de Septiembre para aproximarse a integrantes de las Fuerzas Armadas, pedirles tomarse la foto del recuerdo y hasta iniciar una pequeña fiesta popular para abordar vehículos miiltares, en medio de una mañana brillante luego de las tormentas nocturnas" -El Universal, 17 de Septiembre, 2011

Tras el desfile del 16 de Septiembre y por más de una hora, la calle de Sevilla, entre Paseo de la Reforma y avenida Chapultepec, se convirtió en un gigantesco estudio fotográfico, cuando al esperar seguir su marcha, los miembros de la Armada de México comenzaron a recibir, de manera espontánea, peticiones de los transeúntes para tomarse fotografías con ellos y así tener un recuerdo de los festejos del 199 aniversario del inicio de la Independencia.

Un bebé de algunos meses pasó de los brazos de su padre a las manos de un miembro de las fuerzas especiales de la Marina, quien lo sostuvo sobre el vehículo blindado y tras regresarlo, comenzaron a estallar los flashes, las peticiones de niños, mujeres, hombres, padres de familia, familias completas, turistas nacionales y extranjeros, todos de diferentes edades y condiciones sociales para fotografiarse con los más de 40 vehículos y 200 militares que participaron en el acto.

Acción en la Plaza de la Constitución

Mientras, otros niños tuvieron en el Zócalo de la ciudad de México la oportunidad de subir a los tanques del Ejército nacional y la Armada de México, cuyos tripulantes accedieron a fotografiarse con ellos.

Para Jesús Alexander Ibarra Rivera, de dos años de edad, la felicidad fue completa. Su padre pudo comprarle un uniforme de cadete del Heroico Colegio Militar, junto con su espadín de juguete y lo pudo fotografiar junto a uno de sus héroes, un miembro de fuerzas especiales del Ejército mexicano.

Al igual, chicas adolescentes pudieron tomarse la foto del recuerdo con un comando de la Armada de México, quien las abrazó y ellas lo besaron en la mejilla.

La gente se mostraba complacida y no dejaba de admirarse por estar junto a los soldados, platicar y hacer bromas con ellos. Fue el colofón perfecto de la parada militar para miles y miles de capitalinos que presenciaron el desfile para conmemorar la gesta heroica.

En la plancha del Zócalo nada parecía alterar el gusto de la gente. Hasta el clima fue benevolente, pues pese a la tormenta de la madrugada, durante el desfile el cielo se abrió y por eso cientos de niños y jóvenes pudieron no sólo tomarse fotografías al lado de los soldados, sino que entraron hasta los tanques, vehículos y pudieron ver de cerca y tocar los helicópteros Blackhawk y Panter.

Niños y adolescentes, admiradores

“¡Mira, papi!”, grito un niño de nueve años a su padre, mientras se acomodaba en el asiento de un vehículo artillado y sujetaba con ambas manos una arma antiaérea auténtica; junto a él, un elemento de las fuerzas especiales de la Marina con el rostro camuflajeado sonreía posando para los familiares del chico.

Las niñas tampoco quedaron atrás y sin más pedían fotografiarse. Ascendían por los lados de los enormes camiones, las deslizaban hacia arriba en lo vehículos de combate de la Armada, se subían a las lanchas de los buzos que desfilaron, y hasta los cocineros, viajando en las enormes cocinas que se usan en operaciones DN-III de apoyo a la población civil en caso de desastres, fueron solicitados mientras se sucedían las peticiones para una imagen del recuerdo.

Con cámaras de video o digitales y hasta celulares, la gente no perdió oportunidad de tomarse una fotografía en más de un vehículo militar y sus integrantes, y algunos prácticamente lo hicieron con todas las unidades y con personal masculino y femenino.

Los preferidos

Los más solicitados fueron los militares hombres y mujeres de los equipos anfibios, que además de permitir que los niños ingresaran a las lanchas con las que desfilaron, en ocasiones les prestaban los visores para tomarse las fotografías que a veces eran más de una.

El personal femenino de la Armada también fue muy requerido para fotografiarse, en especial por jóvenes, quienes se subían a los vehículos para acercarse lo más posible.

Los que se retiraban de lugar se despedían gritando a los militares y saludando de lejos con la mano, los elementos también respondían sonriendo, con agrado y agitando sus brazos a la multitud que los ovacionaba fuera ya de la formalidad del desfile, como ocurrió también con los camiones de la policía militar que transitaron de regreso a sus cuarteles sobre Paseo de la Reforma.

Luego de este encuentro entre las fuerzas militares y la ciudadanía, las sirenas de la policía local pedían que la gente se subiera a la banqueta; en respuesta, les llegaron silbidos de desaprobación, y todavía unos 20 minutos más los miembros de la Armada se quedaron del lado izquierdo de la calle porque la gente no se retiraba y apresuraba a los militares para aceptar tomarse más fotos.

El protocolo que había quedado en el desfile, durante más de una hora se transformó en un lazo espontáneo entre militares y civiles sobre esa calle.